PASO 1: Limpieza facial
Toda rutina de cuidado de la piel empieza con la limpieza diaria. Esto es importante para eliminar residuos de contaminación ambiental y células muertas. Resulta esencial que escojas un limpiador acorde a tu biotipo para evitar irritaciones.
La limpieza la puedes hacer al despertarte y antes de acostarte. Si haces ejercicio intenso cada día, también es recomendable lavar tu rostro al terminar. El exceso de sudor puede macerar tu piel, volverla escamosa y sensible.
Exfoliación
Exfoliar tu piel una vez por semana la hará lucir más radiante y suave. También te ayuda a prevenir la foliculitis de la barba y los vellos encarnados.
El proceso es sencillo, primero lavas tu rostro y mientras sigue húmedo aplicas el exfoliante. Debes hacer círculos sobre tu rostro, hacia afuera y hacia arriba, sin presionar demasiado. Luego de masajear unos minutos enjuagas y aplicas tu tónico y crema de costumbre. Por último, no te exfolies si piensas exponerte al sol porque tu piel se encuentra sensible y puede mancharse.
PASO 2: Aplicación de un tónico
Cuando limpias tu rostro, además de los residuos de contaminación y células muertas, también retiras los aceites esenciales. Estos aceites mantienen un pH ácido (de 4,7 a 5,75) y forman una película sobre la capa externa de la piel. Cuando el pH es ácido el tejido está protegido contra alergias, dermatitis, infecciones y otras influencias externas. Al alterarse (producto del uso de jabones o limpiadores faciales) la piel se vuelve vulnerable ante el sol, el aire y la contaminación ambiental.
Por eso, necesitas aplicar un tónico al terminar la limpieza. Este producto regula el pH de tu piel y la mantiene protegida. Para aplicarlo, humedece un algodón y realiza ligeros toques por toda el área. Procura siempre escoger uno sin alcohol porque este elemento puede irritarte si te afeitas.
PASO 3: Hidratación facial
Nuestro cuerpo se compone de un 60% de agua, y el tejido cutáneo no es diferente, por eso siempre debes hidratar la piel. Lo ideal es que te apliques la crema hidratante por la mañana y por la noche.
Dependiendo de tu biotipo y de la zona del rostro, debes usar productos con las siguientes consistencias:
- Cremas o aceites para pieles secas.
- Geles para pieles grasas.
- Crema en pómulos y geles en la zona de la frente, nariz y mentón para pieles mixtas
- Siempre usar cremas para el contorno de ojos.
La forma de aplicar los productos en tu rostro debe ser con un ligero masaje circular y ascendente. Esto favorece la circulación y la absorción del producto.
Uso de mascarillas
Las mascarillas son productos de cuidado de la piel que hidratan a profundidad. Además, tienen una alta concentración de principios activos que pueden ayudar a desmancharla, atenuar arrugas, controlar la grasa, entre otras. Si tienes manchas en el rostro, puedes usar una con vitamina C. Para mejorar las líneas de expresión puedes acudir a las que contienen colágeno y ácido hialurónico. Si quieres controlar la grasa, utiliza las que son a base de carbón activado o arcilla.
Su aplicación es simple, primero lavas tu rostro para limpiar los poros, luego aplicas la mascarilla y la dejas por 20 minutos. Finalmente, enjuagas y sigues con tu rutina. Para lograr un mejor efecto úsala después de la exfoliación. Recuerda que solo puedes aplicarla una vez por semana.
PASO 4: Protección solar
La luz solar (UVA y UVB) provoca la aparición de manchas y arrugas; además, es la principal causa de cáncer de piel. Por eso, debes añadir el protector solar a tu rutina diaria de cuidado de la piel.
Este producto lo aplicas en tu rostro luego de la hidratación y por lo menos 30 minutos antes de salir de casa. Lo ideal es retocarlo cada 2 o 4 horas. La OMS (2015) recomienda usar un protector solar con FPS 30. Sin embargo, si tienes una piel muy clara o vas a exponerte al sol de forma directa, prefiere uno de FPS 50 o mayor a este.
Los protectores solares están diseñados según el tipo de piel. Por eso, si tu piel es seca te van bien las cremas y lociones, pero si es grasa debes usar las versiones en aerosol o gel.